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Granja Animal


“Qué tan diferente

sería la situación hoy

si la victoria se la

hubiese llevado

el bloque socialista;


¿el sistema mundial estaría en crisis o por el contrario la internacionalización?

del modelo habría logrado su objetivo final, el comunismo?”


Luego de la lucha armamentista y tecnológica que se libró en los años posteriores a la segunda guerra mundial entre la Unión Soviética y Estados Unidos, potencias representantes de los dos sistemas sociales posibles para aquella época, algunos intelectuales se atrevieron a sustentar el fin de la historia, pues -para ellos- el capitalismo y su desarrollo terminaría acabando las contradicciones sociales que provocan los cambios y las revoluciones, dándole un final anticipado tanto al Marxismo como a teorías alternativas que siguen vigentes a pesar de no haber tenido momentos de realidad tan grandes para generar un bloque mundial.


Sin embargo, hoy vemos como este tipo de especulaciones triunfalistas y transversales a la comprensión y evolución de la historia caen por su propio peso, demoliendo la ilusión capitalista que solo (les) duro poco más de veinte años, pues el mundo actual se sacude y pide cambios. Es entonces cuando surge la pregunta de qué tan diferente sería la situación hoy si la victoria se la hubiese llevado el bloque socialista; ¿el sistema mundial estaría en crisis o por el contrario la internacionalización del modelo habría logrado su objetivo final, el comunismo?


George Orwell crítico acérrimo de la Unión Soviética y toda forma de totalitarismo; escribe en 1945 una de sus más logradas obras: “Rebelión en la Granja”, en donde a manera de metáfora compara la revolución de octubre, el nuevo sistema económico y su jerarquización aunque en teoría todos eran soviets- con una granja.


En esta granja los animales maltratados y explotados por su capataz (Mr. Jones) se toman el control, expulsan al opresor y empiezan a ser dueños de sus propios destinos. Hasta ahí -como en la vida real- todo prometía la felicidad en la granja, donde las decisiones se tomaban conjuntamente, se trabajaba según las capacidades de cada animal y la cosecha era totalmente comunitaria. Pero nadie contaba con que los líderes de la revolución cada vez se irían pareciendo más a Mr. Jones, el explotador y violento granjero. Terminando así con la utopía y provocando la caída de la “la granja animal”.


Esta fábula Orwelliana fue lo suficientemente visionara para prever la caída soviética y de paso respondernos la pregunta anterior. La agonía de la doctrina y el inicio de una nueva revolución, sería la respuesta.

A una democracia liberal parecería absurdo relacionarla con una dictadura socialis- ta, como parecería igual de absurdo integrar algo del libro de Orwell a los sistemas que imperan hoy en día, pues en la mayoría, se da la posibilidad al pueblo de escoger a sus gobernantes, las fuerzas armadas no constituyen un elemento de represión sino de seguridad y el pueblo tiene todas las oportunidades para educarse, formar un criterio y decidir en con- secuencia, o al menos de este modo no lo hacen creer.

Sin embargo, si analizamos en detalle el símil que hizo Orwell entre algunos animales y ciertos modos de comportarse en sociedad, encontraríamos lo mismo que Roger Wat- ters, la vigencia de esta metáfora en dicta- duras y democracias.


Roger Waters, ex integrante de la banda britá- nica Pink Floyd, quien por los años 70 -después del deceso de Syd Barret- constituía la cabeza conceptual del grupo, hace lo que sí podría considerarse absurdo y en el álbum “Animals” relaciona a ‘la granja animal’ con la Inglaterra de 1978, que a manos de Margaret Tatcher su- fría grandes transformaciones. Este disco, antecesor de “The Wall” toma ciertas premisas de “Rebelión en la Granja” para demostrarnos que a pesar de lo antagónicos que sean dos sistemas de organización social, la mayoría de individuos construyen un criterio político bas- tante predecible y cómodo para el sistema, que Orwell y Waters agrupan y caracterizan como cerdos, perros y ovejas:


Los cerdos son la minoría, los de mejor posición y mejores oportunidades. Sienten una especie de vocación por guiar el curso de los pueblos y creen firmemente que bajo su criterio se deben trazar los objetivos de millones de personas, no solo en el plano político y organizativo, sino también conciben tener el derecho de interferir en nuestra construcción individual, bombardeándonos con ‘buenas costumbres’ y modelos de perfección.


En la granja, los líderes de la revolución fueron los cerdos (el partido) que en cabeza del viejo mayor (Lennin), se tomaron la granja con la ilusión de un proyecto innovador y consecuente con las necesidades de los animales.


Tras la muerte del viejo mayor la granja que- da bajo la dirección de bola de nieve (Trosky) y Napoleón (Stanlin), quienes tratan de seguir con el proceso iniciado, pero las diferencias en- tre los dos y el ansia de poder llevan al violento exilio de bola de nieve, posicionando a Napoleón como único líder.


En Animals en cambio, los cerdos no se carac- terizan solo como los dirigentes al mando, sino en tres personajes concretos que simbolizan un comportamiento sistemático en cualquier país capitalista. El ser amargado en el poder que en la Inglaterra de 1978 lo representa Margaret Tat- cher, el líder pro-censura quien indica lo que se debe o no seguir según sus propios parámetros morales y las grandes corporaciones encargadas de definir el éxito.

Del mismo modo en toda dinámica social exis- tirán ovejas, que por internos motivos, siempre se adaptaran y seguirán ciegamente lo que dis- pongan los cerdos.


En detrimento de la digni- dad, asumirán roles que los perjudican, pero su criterio -creación absoluta de los “inteligentes” cerdos- nunca les permitirá darse cuenta de la realidad y de la situación que junto a sus simi- lares han permitido para su entorno.


Son ellos los culpables de su situación, sí, pero en fin son víctimas del orgullo nacional, y de todas las estrategias de dominación empleadas para que sigan siendo ovejas, sigan resistiendo todo lo que sobre ellos se inflija con la única seguridad de seguir siendo parte del rebaño.


Esta cooptación de criterios, no solamente sir- ve para que el rebaño justifique lo injustificable, sino para que los más contaminados, elevados a el rango de perros (ejercito), envistan con toda violencia o simple intimidación contra quienes se resisten a ser ovejas y cambiar su entorno vital. Ellos son el terror de cualquier sistema, con cambios en el modo y grado de violencia, pero potencialmente igual de peligrosos




“Los cerdos son la minoría, los de mejor posición

y mejores oportunidades. Sienten una especie de vocación por guiar el curso de los pueblos y creen firmemente que bajo su criterio se deben trazar

los objetivos de millones de personas, no solo

en el plano político y organizativo, sino también conciben tener el derecho de interferir en nuestra construcción individual, bombardeándonos con ‘buenas costumbres’

y modelos de perfección”



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