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María moría


Lina Ceballos.

Estudiante de Derecho.




"Sigo mal y seguiré peor, pero voy aprendiendo a estar sola y eso ya es una ventaja y un pequeño triunfo - Frida Kahlo."


-Eres nociva, María- Repetía una y otra vez él.

Él, ese hombre guapo, inteligente, sensible y soñador con el que cualquier mujer desearía despertar. Él, ese sueño inacabado que ella tuvo, ese amor imposible que nunca permitió ser.

Su vida se perdía entre disculpas e impulsos, entre deseos e imposibles, se resumía en una palabra: insaciable.


-Eres curiosa, María- -Eres el ejemplo de libertinaje de la mujer de esta época- -No sabes lo que quieres- -Tienes miedo de perder- -Tienes miedo de querer y ser querida- Estas y mil frases más encajaban dentro de lo que ella era para los demás, de esa mujer que ella si acaso podía llegar a definir como insaciable.


Las lágrimas de él, que se deslizaban perfectamente por sus mejillas, se convertían en el peor verdugo de ella, sus palabras calaban perfectamente en las heridas que nunca sanaron de un amor que se fue, de un amor que no volvió, de un amor que la jodió. Las lágrimas de él pesaban, él se alivianaba, ella sólo conseguía hundirse más en su miserableza. Él lloraba mientras que ella... ella moría. María moría.


-Cargas encima un montón de amores inacabados, de amores a medias, no permites que alguien te haga feliz porque no te atreves a serlo tú sola- Cada palabra la destruía más, la convertía en esclava de sus temores, cada frase que escupía él, la dejaba sin aliento, la terminaba de aniquilar.


-Sin embargo, María, eres el mal más delicioso que a la vida de un hombre puede llegar, eres el mal más deseado, ese mal en el que todo hombre debería vivir [por lo menos unos días de su vida], quisiera llegar a odiarte pero odiarte a ti es odiar lo místico, la sensualidad, la pasión, quiero odiarte pero eso... eso es imposible. Sé feliz y anhelo que algún día puedas volver a amar, eres el sueño tortuoso del que uno no quiere despertar-


Ella, juguete de sus emociones y dueña de sus ambiciones, amante de la sensualidad y el erotismo, impulsiva, esclava de lo mundano y amante de lo espiritual, amaba follar, coger, chupar, pero también disfrutaba amar, sentir, volar. Esclava de una ininterrumpida persecución de su libertad, irónica y contradictoria en su esencia. Ella, era la personalización de lo absurdo. Perpleja mientras lo veía irse (para siempre, hasta nunca) no consiguió articular palabra alguna, su alma lloraba, gritaba, moría.



Destruida consiguió llegar a su casa en donde, desde esa noche, se convence una y otra vez de la imposibilidad de su amor, de la sujeción de su destino, destino que nació para ser esclavo de la soledad.

María continúa en la persecución de esos amores que tanto le gustan; esos que nacen para nunca acabar.

Y él, cada noche, sólo anhela tener un sueño siquiera parecido a ella.

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María es usted, soy yo, su prima y hermana, María es el sueño que alguien tuvo y del cual nunca despertó.



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